Reivindicación de un ritmo más 'natural' (lento)
Cuando la rutina se ve alterada por un periodo de descanso y nos distanciamos del hábito que ha regido nuestra vida durante muchas semanas, somos capaces de reflexionar acerca de asuntos en los que es preciso detenerse, sobre todo si somos personas que acostumbramos a analizar para extraer unas conclusiones que nos permitan mejorar.
En esta vida tan ajetreada, en la que los segundos y minutos se nos 'escapan de las manos', necesitamos ese 'tiempo muerto' para pensar en nosotros mismos y en nuestra relación con los demás, en la sociedad que nos ha tocado vivir, para dar un sentido a nuestro 'camino'. Y en eso estaba uno que siempre busca la trascendencia de las cosas pequeñas, el más allá de los detalles... cuando he creído conveniente compartir una de esas reflexiones en este blog.
En esta sociedad que ensalza la rapidez de la información y la inmediatez a la que nos 'arrastran' las nuevas tecnologías, me gustaría reivindicar la lentitud. Esta palabra tiene actualmente connotaciones negativas, ya que se relaciona con la inoperancia y el aburrimiento; sin embargo, desde mi punto de vista, debemos ser capaces de hacer un esfuerzo y 'aminorar' la marcha. ¿Por qué? Ir a un ritmo adecuado significa detenerse en las cosas para asimilarlas, comprenderlas y analizarlas. Para un lector 'tradicional' de la prensa escrita, leer y releer un texto constituye un ejercicio muy productivo para interpretar la realidad y construir juicios críticos de manera sólida. Sin embargo, hoy en día, en la era de 'Internet', la hipertextualidad nos lleva a pasar de un texto a otro sin haberlos comprendido. Todo ello redunda en una falta de comprensión identificable en numerosos estudiantes a quienes se les exige la capacidad para interpretar textos argumentativos en los que se requiere una destreza que no han adquirido precisamente por el uso de las nuevas tecnologías.
Por otro lado, la vida diaria nos muestra constantemente ejemplos de personas que no se comunican, algo que también relaciono con esa necesidad de colmar nuestras expectativas de una manera instantánea. Un ejemplo lo tenemos en las redes sociales, así como en las aplicaciones móviles, en las que con la urgencia de satisfacer nuestros deseos, creemos que lo tenemos todo al alcance de nuestras manos. Sin embargo, ese tipo de comunicación no es 'auténtica' en cuanto se trata de herramientas digitales y 'virtuales', a través de las cuales no nos estamos comunicando con personas 'auténticas', sino con la imagen que esas personas muestran en la red, que no se trata sino de proyecciones de las expectativas personales. Creo que la comunicación es encontrarse con otra persona, ser capaz de mirarle a los ojos y transmitirle lo que sentimos en ese momento. No se trata de 'demonizar' las nuevas tecnologías, que tienen mucho de positivo, sino de utilizarlas en su justa medida.
Finalmente, reivindico la lentitud no solo a la hora de expresarnos y comunicarnos, sino también para vivir de un modo más natural, ajustándonos a nuestro propio ritmo biológico. Se trata de sentir nuestro cuerpo, que en muchas ocasiones 'habla', y nos manda señales para que vayamos más despacio. Respirar, caminar siendo conscientes del presente, nos puede ayudar a ser más 'nosotros mismos'. Algo que podemos equiparar al tema de la alimentación. ¿O es que el cuerpo no 'habla' cuando comemos deprisa o mal, y nos sentimos enfermos? Nos está transmitiendo el mensaje de que vayamos más despacio.
Reivindicar un mundo más lento es, hoy en día, un acto de rebeldía, de no dejarse llevar por esta sociedad esquizofrénica que va a más velocidad de lo que somos capaces de 'digerir', de este mundo consumista que ha transformado los océanos en un gran basurero, bajo el lema de 'usar y tirar', simplemente por comodidad.
En definitiva, somos testigos de grandes cambios propiciados por los avances tecnológicos, los cuales repercuten en una mejora indudable en muchos aspectos, pero también nos enfrentamos a retos que no estamos sabiendo gestionar de manera adecuada. Es hora de parar, de pensar y de ser consecuentes. Ir lento no significa 'no hacer', sino actuar de una forma consciente y crítica. Ser 'auténticos'.
En esta vida tan ajetreada, en la que los segundos y minutos se nos 'escapan de las manos', necesitamos ese 'tiempo muerto' para pensar en nosotros mismos y en nuestra relación con los demás, en la sociedad que nos ha tocado vivir, para dar un sentido a nuestro 'camino'. Y en eso estaba uno que siempre busca la trascendencia de las cosas pequeñas, el más allá de los detalles... cuando he creído conveniente compartir una de esas reflexiones en este blog.
En esta sociedad que ensalza la rapidez de la información y la inmediatez a la que nos 'arrastran' las nuevas tecnologías, me gustaría reivindicar la lentitud. Esta palabra tiene actualmente connotaciones negativas, ya que se relaciona con la inoperancia y el aburrimiento; sin embargo, desde mi punto de vista, debemos ser capaces de hacer un esfuerzo y 'aminorar' la marcha. ¿Por qué? Ir a un ritmo adecuado significa detenerse en las cosas para asimilarlas, comprenderlas y analizarlas. Para un lector 'tradicional' de la prensa escrita, leer y releer un texto constituye un ejercicio muy productivo para interpretar la realidad y construir juicios críticos de manera sólida. Sin embargo, hoy en día, en la era de 'Internet', la hipertextualidad nos lleva a pasar de un texto a otro sin haberlos comprendido. Todo ello redunda en una falta de comprensión identificable en numerosos estudiantes a quienes se les exige la capacidad para interpretar textos argumentativos en los que se requiere una destreza que no han adquirido precisamente por el uso de las nuevas tecnologías.
Por otro lado, la vida diaria nos muestra constantemente ejemplos de personas que no se comunican, algo que también relaciono con esa necesidad de colmar nuestras expectativas de una manera instantánea. Un ejemplo lo tenemos en las redes sociales, así como en las aplicaciones móviles, en las que con la urgencia de satisfacer nuestros deseos, creemos que lo tenemos todo al alcance de nuestras manos. Sin embargo, ese tipo de comunicación no es 'auténtica' en cuanto se trata de herramientas digitales y 'virtuales', a través de las cuales no nos estamos comunicando con personas 'auténticas', sino con la imagen que esas personas muestran en la red, que no se trata sino de proyecciones de las expectativas personales. Creo que la comunicación es encontrarse con otra persona, ser capaz de mirarle a los ojos y transmitirle lo que sentimos en ese momento. No se trata de 'demonizar' las nuevas tecnologías, que tienen mucho de positivo, sino de utilizarlas en su justa medida.
Finalmente, reivindico la lentitud no solo a la hora de expresarnos y comunicarnos, sino también para vivir de un modo más natural, ajustándonos a nuestro propio ritmo biológico. Se trata de sentir nuestro cuerpo, que en muchas ocasiones 'habla', y nos manda señales para que vayamos más despacio. Respirar, caminar siendo conscientes del presente, nos puede ayudar a ser más 'nosotros mismos'. Algo que podemos equiparar al tema de la alimentación. ¿O es que el cuerpo no 'habla' cuando comemos deprisa o mal, y nos sentimos enfermos? Nos está transmitiendo el mensaje de que vayamos más despacio.
Reivindicar un mundo más lento es, hoy en día, un acto de rebeldía, de no dejarse llevar por esta sociedad esquizofrénica que va a más velocidad de lo que somos capaces de 'digerir', de este mundo consumista que ha transformado los océanos en un gran basurero, bajo el lema de 'usar y tirar', simplemente por comodidad.
En definitiva, somos testigos de grandes cambios propiciados por los avances tecnológicos, los cuales repercuten en una mejora indudable en muchos aspectos, pero también nos enfrentamos a retos que no estamos sabiendo gestionar de manera adecuada. Es hora de parar, de pensar y de ser consecuentes. Ir lento no significa 'no hacer', sino actuar de una forma consciente y crítica. Ser 'auténticos'.
